Los contenedores

Reilly Dow
7 min readSep 8, 2022

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Eye 090, © 2018 Kelvy Bird.

With great appreciation to Kelvy Bird’s heartfelt article ‘Containers’ on the Presencing Institute’s Field of the Future blog, we have translated the article to Spanish with her full permission, in order to share with a wider audience, wishing to deepen the visual practice along the journey. (Original article in English by Kelvy Bird, published March 9, 2020. Translation to Spanish by Reilly Dow and Andrea Fernández.)

Los contenedores, espacios energéticos que albergan posibilidades, son una raíz esencial para cualquier práctica facilitadora. Si no podemos mantenernos firmes en situaciones desafiantes, no podemos ofrecer un espacio de apoyo para los demás. Si queremos trabajar con sistemas, la capacidad de centrarnos tanto como de abrirnos -firme como una semilla y delicada como su florecimiento- determinará el nivel de complejidad que podemos recibir, procesar y, en última instancia, apoyar en un habitación.

Cabe señalar, este pensamiento sobre los contenedores se basa en el trabajo de William Isaacs, así como en el Círculo de Siete, que incluye a: Barbara Cecil, Glennifer Gillespie y Beth Jandernoa. Aprendí de cada uno de ellos en el contexto del diálogo profundo y la inteligencia colectiva, donde lo que puede pasar “a través” de un grupo de personas depende directamente de la fortaleza de su contenedor. Y he aplicado la noción específicamente a la documentación gráfica (en inglés, scribing), una práctica visual que representa ideas mientras la gente habla para hacer sentido de la posibilidad.

Comienza adentro

Si soy realmente honesta, una parte no tan pequeña de mí siente al mundo como un lugar difícil. Me cuesta trabajo comprender el nivel de dolor y sufrimiento que existe en todo el planeta, y mucho menos cómo abordarlo de una manera constructiva. Esto incluye mi propio sufrimiento, el de mis seres queridos y el de miles de millones de personas que no conozco personalmente.

Y, como se expresa a través de mi trabajo, otra parte más grande de mí ve una inmensa belleza en el mundo: en la naturaleza, en sus criaturas vivientes y en los humanos. Correlaciono la fragilidad con la posibilidad; cada corazón roto es una oportunidad para volver a amar, cada mancha de tinta en una pared es una oportunidad para crear un nuevo significado a partir de una nueva forma, cada día lluvioso ofrece un paseo con musgo color verde brillante que se recupera solamente en condiciones húmedas.

A menudo me desafía mantenerme “dentro”. Las ansiedades corren rampantes en mi mente: ¿encajaré? ¿Pareceré lo suficientemente feliz como para que la gente quiera hablar conmigo? ¿Puedo mantener mi energía el tiempo suficiente para llegar al final del día y seguir el ritmo de mi equipo? Soy sensible también y, a menudo, me inundo internamente de emociones que parecen no tener adónde ir.

Y este tipo de preocupaciones también me llenan: ¿Qué puedo crear que induzca a la reflexión? ¿Cómo puedo ser parte del cambio positivo? ¿Seremos capaces de aprender como especie y mejorar nuestras condiciones?

Escribir esto ahora es una especie de gesto de expansión del contenedor. Mi pensamiento sobre el tema se ha profundizado recientemente, ya que he luchado por hacer sentido de las condiciones actuales. También se ha incluido el tema en el Laboratorio de documentación gráfica de sistemas, que mi colega Jessica Riehl y yo hemos estado prototipando durante el último año. El trabajo del laboratorio es explorar la intersección de la documentación gráfica y el pensamiento sistémico y, con respecto a los contenedores, se relaciona particularmente con “ser sistémico”. Aquí es cuando comenzamos a considerar los sistemas no sólo como ejercicios cognitivos, sino como asuntos esenciales del corazón, con una comprensión emocional de la interconexión de todas las cosas. Es posible que esto nunca haya sido más necesario en el planeta que ahora.

Aquí hay un clip que preparé para el laboratorio, cuyo contenido también se resume a continuación.

Mantenerse firm

Como profesionales visuales, como artistas, aspiramos con cuidado y responsabilidad a llegar a la gente, a expandir los límites de lo supuestamente conocido. Cualquier extensión requiere firmeza, y para garantizar un núcleo estable, nos apoyamos en nuestro yo esencial y creativo.

Tomemos el ejemplo de un manzano: las ramas débiles dan poca fruta. Cuanto más fuerte es el tronco, más fuerte es la rama. Cuanto más fuertes sean las raíces, más fuerte será el tronco. Cuanto más rico sea el suelo, más nutrición para las raíces y el fruto. Y así.

Dibujando con la mirada puesta en el huerto y el pueblo más allá -con la intención de facilitar la visión a nivel de sistemas- siento una correlación directa entre la estabilidad del propio ser y el rango de percepción que las imágenes pueden evocar.

Esto funciona de manera recíproca, somos sostenidos por otros para experimentar la integridad y la totalidad, y debido a esto, generamos imágenes como un dispositivo de contención para el aprendizaje dentro de los sistemas.

Más atención, un árbol más fuerte, un huerto más sano. Menos atención, el campo queda en barbecho.

La relatividad del contenedor

Nosotros definimos nuestro rango de atención, y las propiedades relativas de los contenedores nos dan una opción: permanecer dentro de lo conocido aceptado o expandirse para encontrar una realidad aún no nombrada.

Una vieja parábola hindú, que escuché por primera vez a través de Peri Chickering, se parafrasea aquí y explica aún más el valor de la perspectiva con respecto a los recipientes:

Un maestro anciano se cansó de las quejas de su aprendiz y,

por eso, una mañana, lo envió a buscar sal.

Cuando regresó el aprendiz, el maestro le indicó al joven

que pusiera un puñado de sal en un vaso de agua y lo bebiera. “¿Cómo

sabe?” preguntó el maestro. “¡Amargo!” escupe el aprendiz.

El maestro se rió.

Los dos caminaron en silencio hasta un lago cercano, donde el maestro

volvió a pedirle al joven que pusiera un puñado de sal en el agua.

“Ahora bebe del lago. ¿A qué sabe?” “¡Fresco!” comentó

el aprendiz. “¿Te supo a sal?” preguntó el maestro. “No”,

dijo el joven.

Ante esto, el maestro se sentó al lado del joven y le ofreció:

“El dolor de la vida es pura sal; ni más ni menos. La cantidad de

dolor en la vida sigue siendo la misma, exactamente la misma. Pero la cantidad

de amargura depende del recipiente en el que

ponemos el dolor.

Entonces, cuando sientes dolor, lo único que puedes hacer es ampliar

tu sentido de las cosas… Deja de ser un vaso. Conviértete en un lago”.

Somos a la vez hacedores de lagos y sal, según el contexto. A veces, somos sostenidos por una persona o un grupo, y eso nos permite presentarnos con mayor seguridad. En otras ocasiones, nos expandimos para ayudar a un grupo que necesita enfrentar su desafío. Funciona en ambos sentidos. Y ampliamos o contraemos según la necesidad del momento.

El papel del amor

La debilidad o la fortaleza de un contenedor determina la probabilidad de una conversación perjudicial o exitosa, de relaciones dañinas o amorosas, de entornos destructivos o productivos, de malestar o bienestar.

En cierto modo, al igual que el hielo se forma y se derrite en un estanque, los contenedores proporcionan un terreno energético para la vida y la muerte, para el crecimiento y la descomposición. Servimos de contenedores para otros, y ellos para nosotros. Cuanto más fuerte es un contenedor, más fuerte es la confianza, más fuerte la seguridad, más se puede nutrir, cuidar, cultivar, realizar.

Aquí hay un ejemplo. A medida que mi abuela Margaret Bird envejecía, en un momento en que solo podía salir con un andador y asistencia física, ocasionalmente almorzábamos en un restaurante local en Nueva York. Me preguntaba cosas sobre mi vida, sobre la escuela, sobre mis amigos, sobre mis estudios, y se maravillaba de la complejidad del mundo en el que vivía. (Esto fue en 1984, ¡así que solo podemos imaginar lo que diría sobre nuestro mundo hoy!)

Lo que recuerdo de manera más conmovedora es la forma en que prestaba atención, parecía pendiente de cada palabra, y la forma en que me hizo sentir segura y amada: amaba sin importar lo que dijera, sin importar lo que tuviera que compartir. Nunca me sentí juzgada. Sin importar lo que pensara sobre los detalles de mis escapadas, escuchaba atentamente, me miraba a los ojos y seguía tratando de comprender mi vida.

Ella me proporcionó un contenedor, un espacio donde podía verme a mí misma más claramente y crecer como resultado directo de cómo me sostenía.

En mi trabajo como escriba, trato de reforzar el contenedor para el grupo. Cuando un grupo se calienta y se fractura, el contenedor necesita fortalecerse, para soportar mejor lo que quiere salir a la luz. No hago esto agregando una línea o palabra específica a una página, sino mejorando mi calidad de escuchar y construyendo la confianza del grupo en mi propio ser. Me volteo y veo al grupo, lo siento, abro mi corazón a las personas, trato de ponerme en su lugar, encuentro compasión de persona a persona, ablando, expando.

A veces, el contenedor es tan fuerte que el o la escriba puede quedar envuelto, envuelta en su poder. Nuestra capacidad de “aparecer” aumenta porque el espacio nos sostiene, de alguna manera, como mi abuela me sostuvo tan bien hace años. En este caso, noto la fuerza, agradezco al cielo y a la tierra la calidad del grupo y dibujo con pura alegría.

Cuando mi abuela, algo sorda y seguramente con muchas de sus propias preocupaciones personales, pudo presentarse por mí de manera tan completa, yo también pude presentarme por ella. Podría ser más vulnerable porque me sentía segura. Sacó a relucir la parte más pura de mí con la gracia con la que me sostuvo en su propio corazón.

El amor, como nota base, es el mineral y el orden del contenedor.

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Reilly Dow
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Written by Reilly Dow

Listener, artist, scribe based in Mexico City | English & Español | Pinkfish.ca

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